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Desde 2016 llevaba Daga Voladora sin editar disco. Para paliar tan larga espera, tan sólo un par de celebrados singles. Ahora, por fin, Cristina Plaza (identidad graciosamente escondida bajo esa Daga Voladora que fue antes Gran Aparato Eléctrico y también un cuarto de Los Eterno y la mitad de Clovis) estrena álbum y lo hace, por primera vez, en formato vinilo. “Los manantiales” se titula el feliz y esperado regreso de quien nunca se marchó del todo. Tan sólo estaba, como atestigua este trabajo, en su mundo.
“Los manantiales” hace referencia a todas esas fuentes de las que bebo para hacer mis canciones: Stereolab, Broadcast, Galaxie 500, Cate Le Bon… Y también algo del lenguaje flamenco. Un flamenco muy a mi manera, claro” explica Plaza. A alguno “Los manantiales” también le traerá ecos de grupos que la artista no ha practicado tanto como Esclarecidos, Vainica Doble, Ana D o Kikí d’Akí. Voces profundas para canciones con enjundia.
Pero también está esa otra idea del manantial que brota cuando ya no se le puede contener más. “Me ha costado tantos años hacer este álbum porque tenía un prejuicio relacionado con el disco anterior [“Primer segundo”] en el que había una coherencia. Al no encontrar ese concepto o pensar que esto o aquello otro no eran Daga Voladora, no me acababa de poner. Hasta que decidí que igual no tenía que imponerme una dirección tan rígida…”
Bocetadas en un pueblo limítrofe con Ávila en el que Plaza decidió perderse el verano de 2022 y rematadas posteriormente en un sótano en Madrid durante varios meses, las nueve canciones de “Los manantiales” conforman un disco corto, premeditadamente corto (“No me gusta que las canciones pasen de 2:50”) pero, sobre todo, variado. Porque como se intuye en el tema ‘Quise ser’ (“Yo quise ser héroe de ficción, pintora expresionista, actriz revelación”), aquí están todas las Cristinas imaginadas y sus distintas vidas (“El tema ‘Lejos de la multitud’ es esa añoranza mía por ser vagabunda”), señal inequívoca de que, como confiesa la artista, “yo soy mi propio manantial”. Y toda esta gozosa dispersión viene de la premisa con la que Plaza abordó el disco: “Me dije: ‘vamos a jugar’. Me propuse pasármelo bien. De repente, quería hacer un tema rollo dub y me salió ‘Fosforito’ o un rock en plan Lou Reed en los 80 y ahí está ‘Me vi penando’. ¡Quería un disco de rock, un disco experimental, algo como Broadcast, y un musical! ¡Quería hacer miles de cosas!”
El resultado es un disco lúdico, muy divertido; pero sobre todo elegante y extremadamente preciso. En el fondo y en la forma. Así, las melodías se quedan a la primera escucha de lo redondas que son; las músicas funcionarían a la perfección solas, desnudadas de unas letras que responden a la máxima, tantas veces ignorada, de que en verdad sólo hay una manera de decir las cosas. “He intentado depurar mucho los textos. Hay alguna frase pillada de Steinbeck, otras cosas que surgen de manera un tanto mágica. Por ahí está también Gary Snyder, Kerouac y sus vagabundos del Dharma, ecos de California…”
Y un álbum hecho, como es habitual en ella, en la más absoluta de las soledades (salvo por la colaboración de Andrés Arregui al saxo y la mezcla final de Fino Oyonarte). A pelo. “Lo he grabado todo con mi ordenador, con mis instrumentos, mis teclados analógicos, mis cajas de ritmo, ruiditos que hago por ahí… Yo no hago maquetas. Me pongo. A lo bruto. Lo que sí hago es repetir. Lo bueno de este método es que muchas cosas ocurren de forma espontánea y ahí se quedan”.
Un disco que, por todo lo anterior, responde a la mejor noción de capricho. Un capricho rubricado y rematado por la espléndida portada maquetada por Beatriz Lobo y que no es, ni más ni menos, que un cuadro (‘La chica del King Creole’) del mítico artista Javier de Juan.
En “Los manantiales” están muchos mundos posibles, otros tantos soñados. Por supuesto, los de Daga Voladora (no en vano, el disco se abre con un tema titulado ‘Cristinópolis’), pero también los de cualquier oyente curioso y sensible que, por cierto, encontrará más de un guiño musical por el camino. Sólo hay que estar atento.
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Daga Voladora’s last album came out in 2016. To alleviate such a long wait, only a couple of celebrated singles. Now, finally, Cristina Plaza (identity gracefully hidden under the Daga Voladora name that was before Gran Aparato Eléctrico and also a quarter of Los Eterno and half of Clovis) releases an album and does it, for the first time, on vinyl format. “Los manantiales” is the title of the long-awaited return of an artist that never completely left.
“Los manantiales” (“The Springs”) refers to all those sources from which I drink to make my songs: Stereolab, Broadcast, Galaxie 500, Cate Le Bon… And also something from the flamenco language. Flamenco in my own way, of course,” explains Plaza. “Los manantiales” will also bring echoes of acts that the artist has not practiced as much, such as Esclarecidos, Vainica Doble, Ana D or Kikí d’Akí. Deep voices for songs with substance.
But there is also that other idea of the spring that gushes forth when it can no longer be contained. “It has taken me so many years to make this album because I had a prejudice related to the previous one [“Primer segundo”] in which there was a coherence. Not finding that concept or thinking that this or that wasn’t Daga Voladora, I couldn’t get into it. Until I decided that maybe I didn’t have to impose such a rigid direction on myself…”
Sketched in a town bordering Ávila where Plaza decided to get lost in the summer of 2022 and then finished off in a basement in Madrid for several months, the nine songs of “Los manantiales” make up a short album, premeditatedly short (“I don’t like the songs to be longer than 2:50”) but, above all, varied. Because, as can be sensed in the song ‘Quise ser’ ( “I wanted to be a fictional hero, an expressionist painter, a promising actress”), here are all the imagined Cristinas and their different lives (“The song ‘Lejos de la multitud’ is that longing of mine to be a vagabond”), an unmistakable sign that, as the artist confesses, “I am my own spring”. And all this joyful dispersion comes from the premise with which Plaza approached the album: “I said to myself: ‘Let’s play’. I set out to have a good time. Suddenly, I wanted to do a dub track and I came up with ‘Fosforito’ or a rock song like Lou Reed in the 80s and there was ‘Me vi penando’. I wanted a rock record, an experimental record, something like Broadcast, and a musical! I wanted to do a thousand things!”
The result is a playful album, very enjoyable; but above all elegant and extremely precise. In both form and substance. Thus, the melodies are so catchy at first listen; the music would work perfectly on its own, stripped of lyrics that respond to the maxim, so often ignored, that there is really only one way to say things. “I have tried to refine the texts a lot. There are some phrases taken from Steinbeck, other things that emerge in a somewhat magical way. There’s also Gary Snyder, Kerouac and his Dharma Bums, echoes of California…”
It’s an album made, as usual with her, in the most absolute solitude (except for the collaboration of Andrés Arregui on sax and the final mix by Fino Oyonarte). “I recorded everything with my computer, with my instruments, my analog keyboards, my rhythm boxes, little noises I make around… I don’t make demos. I just do it. In a rough way. What I do do is repeat. The good thing about this method is that many things happen spontaneously and that’s where they stay”.
An album that, for all of the above, responds to the best notion of caprice. A wonderful whim, finished off by the splendid cover designed by Beatriz Lobo, which features a painting (‘La chica del King Creole’) by the legendary artist Javier de Juan.
In “Los manantiales” there are many possible worlds, as many dreamed ones. Of course, those of Daga Voladora (not in vain, the album opens with a song titled ‘Cristinópolis’), but also those of any curious and sensitive listener who, by the way, will find more than one musical wink along the way. You just have to be attentive. «